La contaminación acústica constituye un elemento más de la degradación ambiental y es una de las causas principales del deterioro de la calidad de vida. Los elementos que causan están relacionados principalmente con el transporte rodado, el transito ferroviario y aéreo, la industria, las obras de construcción y civiles, las actividades recreativas y los niveles de ruido del tránsito con el segundo factor medioambiental más perjudicial en el ámbito de la salud pública en Europa, por detrás de la contaminación del aire.
Las patologías provocadas por la exposición al ruido pueden ser muy diversas, ya que cada persona tiene un lindar de tolerancia diferente pero las más comunes son la alteración del sueño, la perturbación del descanso, las dificultades e comunicación, la distracción de la atención y otras patologías como por ejemplo el aumento de la tensión arterial, la generación de hormonas de estrés, el aumento del ritmo cardiaco, la contracción de los vasos sanguíneos las úlcera, la tensión muscular… Socialmente, el ruido provoca la disminución del rendimiento laboras y aumenta el riesgo de accidentes y los errores.
El confort acústico viene determinado por diversos factores: sobre todo por el tipo y la intensidad del sonido o ruido, el sistema de transmisión – principalmente aéreo o corpóreo – la continuidad en el tiempo y las propiedades acústicas de los espacios definidos por la geometría y las características de materiales que lo componen.
La falta de confort acústico de los espacio interiores de los edificios es un problema que nace falta afrontar desde el diseño, la distribución, la elección de sistemas constructivos y la garantía de una correcta puesta en obra. Hace falta identificar el origen de la emisión de la fuente sonora y saber como se propaga para decantarse por la estrategias más adecuadas.
El sonido, en el diseño arquitectónico, se puede transmitir a través del aire o de la materia. El sonido aéreo es la manera como llega el ruido del transito de una conversación o de fuentes vecinales ruidosas. La manera de reducirlo es alejarse de la fuente sonora, aumentando la masa de los cerramientos o añadiendo más capas entre el origen y el emisor.
El sonido corpóreo o de impacto se distribuye a través de la materia y se origina, por ejemplo, cuando una persona camina al piso de arriba o través de la vibración de una maquina que se transmite por la estructura del edificio. Para reducirlo hace falta evitar que esta vibración acústica llegue a la masa del edificio. La opción más eficaz de todas es aislar el origen de la vibración o impacto a través e materiales elásticos, como por ejemplo, fibras vegetales o cartuchos que no sean capaces de transmitir la onda acústica.
Sin embargo, a veces la incomodidad acústica no tiene un origen externo, sino que la produce un mismo sonido que se origina en la estancia donde estamos y que genera la reverberación o rebote de las ondas sonora. En este caso, se pueden integrar materiales absorbentes por el acabado superficial interior.
Se recomienda un máximo de 30 dB durante la noche y 35 dB durante el día, todo y que es ideal minimizar la contaminación acústica en cualquier circunstancia.
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